Archivos diarios: 18/08/2012

La cueva del zorro

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Hace tiempo, en la dehesa de la sierra baja de Cuenca, un zorro de hilo rojo buscaba un compañero que compartiera con él los paseos por las laderas del boscoso pinar, pero la zona era interminablemente extensa y pensaba que por siempre estaría solo. Así que una noche de luna llena subió a una alta colina, las más alta de todas, donde casi podía oler la plata lunar de la que estaba hecha y allí le preguntó: – Luna, luneta ¿dónde encontraré un amigo que me comprenda?

Alta y estupenda la luna habló con voz calmada: – Ve Lai a donde te lleve el viento, y busca un amigo antes de que yo vuelva a ser completa.

Lai permaneció allí pensativo hasta que amaneció, y cuando el regio sol gobernaba los cielos bajó a buscar a los animales que vivían en el bosque. El primero que encontró fue una culebrilla cerca de una charca: – ¡Pequeña, pequeña culebra! ¿Querrías ser mi amiga?

Sigilosa y veloz escapaba la culebra, pues con prisas y atareada le contestó: – No puedo zorro, mi vida es azarosa y no dependo de otros para ser feliz.

Así que Lai siguió buscando por el bosque: las trabajadoras hormigas correteaban buscando alimento para el duro invierno, el jabalí enfadado le plantó cara y el zorro tuvo que huir temiendo por su vida, el ciervo saltaba tan rápido que no pudo ni darle los buenos días si quiera.

Así que cuando la luna era nueva Lai se rindió y acabó dentro de una oscura cueva, pensando que allí, sólo como se encontraba, terminaría sus días triste. Pero antes de que llegara el primer rayo de sol una nube negra comenzó a entrar en la cueva, y el batir de sus alas era tan fuerte que el pobre zorro sufrió de sus oídos hasta que el enjambre negro terminó de entrar. Cuando el silencio regresó, miles de ojos miraban a Lai desde el techo.

¡Eran murciélagos! Y contento Lai les hizo la tan aclamada pregunta, pero su alegría se desvaneció cuando los pequeños animalitos contestaron, entre bostezos, que de día ellos dormían y de noche salían a cazar. ¿Qué tiempo podrían dedicarle a un amigo tan extraño como un zorro rojo?

Lai esperó noche tras noche hasta que la luna volvió a ser llena y allí le contó a la dueña de la noche sus esfuerzos por encontrar compañero. La luna, apacible y tranquila sopesó las dudas del zorro y muy serenamente le dijo: – Pequeño zorro, ¿acaso no puedes salir a cazar junto a los murciélagos y pasar el día durmiendo con ellos?

Y así es como el zorro rojo de la sierra baja no aparece nunca de día, pues duerme, y de noche, cuando todos los demás seres duermen, zorro y murciélagos salen a cazar. Es en las noches de luna llena, cuando el zorro Lai, desde la más alta colina, saluda a la luna, agradecido porque ya no estará solo nunca más.