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bbhhh, pbuh o mhhnbs

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Hoy he decidido que, como estoy tan perdida en mi vida y necesito algo que me guíe de forma ciega a hacer algo sin tener que usar mi cabecita loca (porque sí, porque es más fácil no pensar), voy a elegir una religión y un dios que me diga lo que tengo que hacer, cuándo lo tengo que hacer y cómo he de hacerlo.

La religión cristiana, musulmana, judía, budista… fueron descartadas hace tiempo. No me pega decir que soy una «cristiana católica apostólica romana», es muy largo. Tampoco me gusta que se me menosprecie por ser mujer, todo el mundo sabe que yo no soy menos que un hombre, soy más, más que todos, más que nadie, soy DIOS… pero no puedo ser mi propio dios, en cuanto a la ropa… meh! este cuerpazo hay que lucirlo.

Judía ¿en serio? y por qué no garbanza o lenteja o guisante, que me gustan más. El guisantismo no, descartado también, los rabinos me dan mal royo ¿a qué vienen esas coletitas como patillas saliendo del gorro?

No tengo nada contra los budistas pero a ver, sean sinceros: una religión no teísta pero ¡anda que no tienen estatutas de Buda! ¿A quién pretenden engañar? El Nirvana es equiparable al cielo cristiano, los monjes a los monjes/monjas y algo parecido a la biblia, que serían los sutras.

Lo único que me mola del budismo es el karma: es una forma de venganza del universo, eso está way.

pastafarismo

Entonces busqué en internet otras religiones y encontré el Pastafarismo y dije: ooooohhh ésta es la mía!! Me encanta la pasta 😀

Mi dios sería una bola de pasta con albóndigas, no me digan que no mola porque ¡mola fleje! Pero claro, hay que seguir buscando, comparar, es como hacer una buena compra: sólo se consigue comparando productos.

Y encontré la Tetera de Russell pero ni siquiera es una religión, aunque lo que dice vale leerlo:

Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol

en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara

de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista aun por los telescopios más potentes.

Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella

es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana,

se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existenciade tal tetera se afirmara en libros antiguos,

si se enseñara cada domingo como verdad sagrada,

si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia

sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra

en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.

¿A que parece que están leyendo a Platón, Sócrates, Aristóteles o alguno de esos? ¿Que fumaba esa gente?

tetera

Me parece escuchar a Strauss mientras miro esta imagen. La tetera en el espacio…

Bueno, pues que descarté esas «religiones» y entonces encontré «la que estaba pa’ mi», el unicornio rosa invisible (URI).

Es ideal porque es un unicornio y es invisible, no me gusta que sea rosa pero como es invisible… Y por qué creer en ella (porque URI es hembra, como debe ser) porque todos saben que los unicornios son mágicos ¿cómo si no iban a ser rosas e invisibles al mismo tiempo?

URI es buena, URI nos protege a todos y ¡es un unicornio! Aquí tienen una imagen de ella en un bonito marco:

uri

Y así es como se supone que la ven otros bonitos unicornios como ella y cómo nos creó con su magnígica magnificencia mágica:

uri

«Benditas Sean Sus Sagradas Pezuñas, La Paz Sea Con Ella y Que Sus Pezuñas Nunca Sean Herradas»

Princesa de las Flores

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                 La princesa Anna vivía feliz en su castillo de piedra marmolada, hasta que un día las flores de los jardines comenzaron a secarse y a fallecer, algo realmente extraño pues se encontraban en plena primavera. Aunque lo verdaderamente extraño es que los pinos del bosque circundante también empezaron a morir y sus troncos se volvieron grises y apagados, ya no había vida alrededor, el palacio estaba rodeado de muerte y tristeza.

                Como los ganados ya no tenían de qué alimentarse, pronto la gente del pueblo también empezó a marcharse y el lugar se convirtió en una ciudad fantasma, ya nadie había en aquel reino que quisiera seguir allí. Algunos decían que la tierra estaba maldita.

                Como ya no tenían súbditos a los que gobernar, el rey y su princesita decidieron marcharse a otras tierras, cruzando la frontera al país colindante, con los que había buenas relaciones, esperando ser bienvenidos y poder quedarse allí hasta que Anna estuviera en edad casadera.

                El camino fue duro, caluroso y aburrido, no se encontraron ningún caminante, ni siquiera ladrones que quisieran asaltar el carruaje. Y cuan grande fue la sorpresa cuando al llegar, el paisaje estaba tan desolado como su mismo reino. Ni una brizna de hierba se abría paso entre la tierra seca y rasgada por el sol, incluso las piedras parecían más muertas y frías de lo normal.

                Los pocos guardias que seguían bajo la tutela del rey comenzaron a pensar que era él mismo y su sucesora los que estaban malditos, así que por la noche, cuando éstos dormían, se fueron lejos, donde la maldición no les alcanzase, llevándose los caballos y algunas provisiones.

                Perdidos como estaban y habiendo sido siempre servidos por sus vasallos, el monarca maldito y su heredera comenzaron un duro viaje a través de inclementes caminos, donde los ríos sólo eran un fino hilillo entre polvoriento suelo, y eso cuando el agua no era negra y turbia, negándose a beberla.

                Pronto, las fuerzas del anciano rey comenzaron a hacer mella en su aliento, y tenían que descansar cada cierto tiempo. La princesa Anna notó que sus manos se llenaban de callosidades por rebuscar en el suelo alguna baya o raíz que llevarse a la boca, y que su vestido estaba sucio y raído, ya no parecía una princesa.

                Como se pronosticaba, el rey falleció agotado, hambriento y sediento, y Anna pronosticaba su triste final si debía continuar el camino sola y desprotegida.

                Quedose allí sentada, sollozando durante tres largos días, bajo las inclemencias del tiempo, que terminaron de llevarse el poco brillo de su hidalga belleza. Contra todo pronóstico, el tiempo mejoró a lo largo del día, al borde del camino empezaron a surgir plantas, escuchó a lo lejos un riachuelo y el cielo recuperó su color celeste vibrante.

                Sintió una cálida sensación y se quedó dormida, pero cuando despertó, todo volvía a ser un desierto de muerte. Aturdida se levantó rápidamente y comenzó a buscar alguna señal de lo que había visto y oído: una flor, un charco, aun fuese un cuervo también.

                Algo la golpeó y volvió a sumirse en un profundo sueño.

              Despertó en un frondoso bosque, escuchaba cerca una cascada y pájaros que cantaban, notaba la hierba bajo su cuerpo y algunos rayos de sol que atravesaban la espesura. Pensó que habría muerto.

            Se incorporó y tenía fuerzas, el estómago lleno, un vestido nuevo y precioso, y su cabello estaba recogido en dos trenzas con cintas de colores. Confusa buscó alguien que le explicara lo que había pasado. Vio un caballo blanco de crines leonadas pastando cerca de un esplendoroso barbusano, su grandeza deslizó su mirada hacia la copa del árbol y entonces escuchó una voz agradable y ligera, como una brisa de verano.

             – Perdóname por hacerte daño, pero creí que sería más sencillo para ti aceptar el cambio de ambiente si despertabas de un desmayo.

                Anna volvió la vista al frente, miró a su alrededor, no había nadie, sólo el caballo la miraba fijamente.

                – No te asustes Anna, soy lo que estabas buscando, muchos sacrificios eran necesarios para que al fin pudiéramos encontrarnos. Estábamos  predestinados ¿lo sabías?

                Pensó que la falta de comida y bebida la habían vuelto demente, así que pensó que lo ideal sería comportarse como tal. Se remangó las faldas del vestido hasta las rodillas, se montó en el caballo y apretó los riñones del animal con sus pies.

                – ¡Eh princesa, no seáis descortés! Si deseabais montar, sólo teníais que pedirlo.

              Esa voz estaba en su mente y parecía ciertamente venir del caballo. Nuevamente oprimió los riñones del equino, sujetó su crin y las movió fuertemente conforme decía “arre”. La cabalgadura se encabritó haciéndola caer de trasero al suelo.

                   – ¡Ya está bien princesa! Si queréis decirme algo, usad vuestra mente o ¿el hambre os ha vuelto ignorante también?

              Anna entendió que, aunque fantasioso, lo que ocurría era muy real y tras una larga charla supo que aquel caballo blanco era un unicornio salvaje, de los pocos que no habían sido amuermados por el hombre para sus trabajos de granja, y que, desde que vino al mundo, la había estado buscando porque ella tenía el poder de imaginar las cosas más hermosas y él de hacerlas realidad, pero que no eran nada si no estaban juntos.

             Así que Anna imaginó su reino próspero de nuevo y a su padre cabalgando junto a ella, imaginó también que los caballos ya no eran caballos, sino unicornios como su compañero y amigo, y que todos podían comunicarse de alguna forma especial con un solo humano, creando un vínculo similar al que ella tenía con Albo.

              De modo que el reino más maravilloso era el de Anna porque junto a Albo, crearon un camino de flores de todos los colores, para que encontraran refugio todos los que como ella, alguna vez en el camino se perdieran.